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7 de noviembre de 2013

El juego del gallina.

Ahora que estudio Sociología (con mayúscula, que queda como más "superhéroe abierto de piernas y con brazos en jarra mirando al horizonte") he analizado milimétrica y empíricamente la razón de porqué no hay un estallido social. En concreto, las razones son dos. A saber:
  1. Porque no hay huevos.
  2. Porque aunque plantees la situación del "a que no hay huevos" a la sociedad, sigue sin haberlos.
Eso explicado en modo "tengo un máster". Os lo voy a explicar de modo que hasta alguien que aún vota al PSOE por convicción pueda entenderlo. Si habéis leído Historia más allá de los libros de texto de bachillerato, posiblemente os habréis parado alguna vez a indagar en la crisis de los misiles de Cuba. Y si no, os lo explico en dos patadas: resulta que durante la Guerra Fría murió mucha gente congelada la URSS y EEUU seguían un modus operandi en cuanto a lanzarse amenazas similar a la del juego del gallina. Los soviéticos decidieron instalar misiles nucleares en Cuba, lo que acojonó bastante a Kennedy. Los americanos lanzaron una amenaza como contraataque: si esos misiles llegaban a la zona de bloqueo que se había instaurado en la isla de Castro, lanzarían un ataque nuclear a sus oponentes desde Turquía, donde tenían armamento, también nuclear. A esta gente le iba eso, lo nuclear. Todos locos.

Estas estrategias no eran más que pasarse la pelota entre una superpotencia y otra, en un afán inmenso no solo por demostrar su capacidad militar y nuclear la una a la otra, sino de demostrar también su disposición a utilizarla, fueran las consecuencias las que fueran (ya fuesen éstas el fin de la humanidad), si llegaran a ver la necesidad de hacerlo. Al final, la URSS no metió misiles en Cuba. Por lo tanto, en el juego del gallina, el gallina (el que se retira del juego) fueron los soviéticos.

Retomemos con lo que decía al principio. Estudio Sociología y soy más listo que tú La lucha entre las clases dominantes y las clases bajas se basa necesariamente en un juego similar de hacer sentirse amenazado al oponente hasta límites insoportables, y, muy a nuestro pesar, vamos perdiendo por goleada. A los opresores, ya sean los Wert, Cospedal y compañía, o las grandes empresas, o los banqueros, o las fuerzas de la ley, o los colaboradores de Sálvame, no les damos ningún miedo. Porque estamos jugando muy mal al juego del gallina, que consiste en que gana el que en la amenaza de un choque frontal pierde el primero que se desvía de su trayectoria para evitar el impacto. 

Ya sea por temor a perder un puesto de trabajo, o a pasar la noche en el calabozo, ser agredido en una manifestación, por pereza, por decepción ante las circunstancias, o porque hoy juega el Madrid, el caso es que vamos perdiendo. En la crisis de los misiles, somos la URSS. Nuestras huelgas generales, aparte de pocas, apenas duran 24 horas, y nuestras protestas se quedan en salir muchos una tarde a pegar berridos a coro, quizá haciendo algunas pintadas y quemando algún contenedor. 

La solución a esto es única: seguir jugando al juego del gallina y no retirarse en la primera jugada. No hay otra. Hasta que no sea así, hasta que no sientan que nuestras amenazas son serias, que nuestra decisión por "lanzar nuestros misiles" es firme, se seguirán descojonando de nosotros.

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