Seguidores

3 de octubre de 2012

Impulsos.

Llevo días reflexionando acerca de en qué tipo de persona me he convertido. Todos, como individuos, tenemos nuestras excentricidades y particularidades, que en el fondo eso es lo que nos distingue del resto. Teniendo en cuenta esas rarezas con las que cada uno venimos de fábrica, yo me miro a mí mismo (metafísicamente hablando) y, suponiendo que no me conociese de nada y me pusiera a ver, como si de una película se tratase, las cosas que hago, cómo las hago, el motivo por las que las hago y sus correspondientes circunstancias, me quedaría bastante confuso ante tal personaje.

Reconozco que estoy en una fase extraña. Estoy descubriendo cosas que antes estaban ahí, dentro de mí, queriendo salir, pero que permanecían retenidas, o simplemente no me atrevía a dejar fluir. Por una parte, mi cabeza me pide prudencia, pero, lo siento, siempre que obedezco a mi cabeza acabo arrepintiéndome por no haber hecho "tal cosa". Así que me guío por impulsos. Estoy en una peligrosa pero divertida dinámica de hacer lo que me apetece cuando me apetece. Peligrosa no por llegar a sufrir algún daño, sino por cómo puede llegar a ser juzgada tal impulsividad por el resto de la gente. Cómo valora la gente las acciones que tomas es algo que realmente puede afectarte si te obsesionas con ello. Pero, bueno, ¿a quién le importa? Es tu vida, tú eres quien debe decidir al fin y al cabo el camino que deseas recorrer. Pero, en el fondo, siempre te queda ese resquemor, esa duda, esa voz de la conciencia, muchas veces determinada por el dichoso "qué pensarán los demás".

Pero son tantas las ganas de explorar, de atreverme a hacer cosas que siempre me había dado miedo a hacer, de rebasar la línea, de coquetear con lo extraño, de huir de lo cotidiano, que no puedo pararme a reflexionar acerca del "qué pensarán los demás". Eso es un juicio al que me someto a posteriori; prefiero pedir perdón a pedir permiso. Pensándolo bien, estas locuras que llevo un tiempo haciendo no son dañinas para nadie, ni siquiera para mí mismo. Estas experiencias son lo más cerca de esa cosa abstracta a la que llamamos libertad que voy a estar. Y creo que si logras equilibrar la balanza entre lo que quieres hacer y el hecho de perder totalmente el control, lo consigues, no sé exactamente el qué, pero sea lo que sea, lo consigues.

Vivimos en una sociedad enfermizamente represiva. Cualquier acto fuera de lo común puede ser visto como una paranoia. Pero, qué queréis que os diga, no creo que la vida consista en seguir lo establecido. Un poco de anarquía a nuestro propio ciclo vital no creo que sea malo, es más, creo que puede resultar hasta sano mentalmente. Y eso es lo que estoy haciendo. Soy el primero que se dice a sí mismo: "tío, estás loco". Pero desde que me guío más por estos impulsos que por las reflexiones de mi cabeza soy más feliz. Más inmaduro, menos consecuente, y con ciertos riesgos que antes, por comodidad y por miedo, no estaba dispuesto a correr, pero al final me quedo con que soy más feliz.

¿Cuántas experiencias habría desechado de no ser por estos impulsos? ¿Cuánta gente habría dejado de conocer? ¿Cuántos besos habría dejado de dar? ¿Cuántos paisajes urbanos no habría conocido por el simple hecho de perderme? ¿Cuánta adrenalina, risas y emociones habría retenido? Los impulsos los tenemos todos, y somos nosotros los que tenemos que decidir si les hacemos caso o si por el contrario nos amparamos en la seguridad de la rutina. La rutina y la sensación de comodidad que nos proporciona nos hace perdernos tantas cosas...

Y como persona impulsiva y de poca meditación que soy, tengo mis particulares Pepitos Grillo, muchas veces parándome los pies, dando un punto de sensatez a mi vida, preocupándose por mí, recordándome dónde están los límites. Demasiado poco les agradezco esa protección invisible que me dan, y demasiado poco agradezco la confianza que tienen en mí cada vez que saben de antemano que me aventuro a una de esas enajenaciones. No solo quiero agradecerles esa coraza que me proporcionan, quiero compartir con ellos estas locuras.

3 comentarios:

Tequila dijo...

Hacen bien... ¿qué es en realidad lo que es normal? ¿Quién lo estipula?
Besos!

dijo...

Aich... algún día seré como Alexander Supertramp.

Marla (alias icarodeceniza (alias Srta. Hija de Puta (alias Hay un pez en mi sopa))).

Aitor Maiden dijo...

@Tequila Limón y Sal: a lo que tendría que añadir que a los que meten en un psiquiátrico les consideran locos y a los que lanzan bombas gente normal. Da que pensar.

@Marla Singer: ¡Muah! <3