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28 de diciembre de 2011

Inocentada por no llamarlo putada.

Hace algún tiempo, en una de esas tardes que quedé con la panda de "El muro" (así se llama mi tropa, por si nunca lo había dicho, en honor al trozo de muro que tenemos como punto de encuentro), decidí divertirme gastando una broma a un amigo. Nunca lo he ocultado, soy un cabrón.

Llamé uno por uno a todos los que íbamos a quedar y les expliqué mi malvado plan: fingir que la novia de mi mejor amigo le ponía los cuernos conmigo, y que este muchacho se lo tragara. Yo seré un cabrón, pero aquí toda la tropa se subió al carro. Resulta que una vez llegados al muro, el inocente ya estaba en el lugar. Yo empecé a partirme el culo, pero lo hice de tal forma que tapándome la cara parecía que estaba llorando. Claro, la víctima, preocupado, se acercó a ver qué pasaba. Los demás empezaron a mirarme con caras acusadoras, y empezaron los primeros insultos en plan "es que eres un hijo de puta". Pobrecillo; empezó a defenderme desde el principio con unos tímidos "no sé qué ha hecho, pero os estáis pasando".

Poco más tarde, a punto de llegar mi vecino, cogí a su novia y le dije que nos liáramos un poco para que viera de qué iba el asunto y se lo creyese del todo. Ella cedió, y la víctima se quedó poco menos que ojiplático. Los demás, dentro de su actación, continuaron con los insultos, y yo a provocarles diciendo cosas como "si no os gusta, os vais a tomar por culo de aquí". El inocente no sabía qué hacer ni dónde meterse en esa "guerra". Intentó ser conciliador, que es lo peor que se puede hacer en los casos reales.

Llegó el novio, que por supuesto también era cómplice, y en cuanto nos vio se me tiró encima y empezó a pegarme. En serio. Que me hizo daño el hijo de puta. La víctima se metió por medio a separarnos y recibió más que yo y que mi vecino juntos. ¿Alguna vez os he contado lo hijos de perra que somos mi vecino y yo cuando nos juntamos? Este es solo un ejemplo, y no el más grave.

Al final, cuando la supuesta tensión del ambiente se rompía, me apartaron todos del grupo junto a mi nueva supuesta novia, con ya todos los supuestos cuernacos desveladísimos, y me dieron la oportunidad de irme sin sufrir mayores consecuencias. Contaron hasta tres y.......

¡¡¡INOCENTEEEEEEEE!!!!

La cara del muchacho era un poema. Un bofetón. Un Fukushima. El pobrecillo empezó a llorar de impotencia. Ahí ya empezaba yo a sentirme culpable. O a sentirme la mierda más bien, que tuve que salir corriendo detrás de él pidiéndole perdón mientras me partía el culo.

Luego la cosa siguió su rumbo. Nos tomamos unas cocafantas, nos reímos juntos un rato, y solucionado. Eso no quita que sea un cabrón. A veces merezco la horca.

1 comentario:

Happy Kappa dijo...

Cómo te pasas, pobre chico.